sábado, 16 de febrero de 2013

El Hobbit: un viaje esperado, predecible y divertido

La primera década del siglo XXI observó, absorta, la irrupción del universo Tolkien entre los patios de butacas; contempló la acelerada llegada de adolescentes, a la carrera, hasta sus asientos, quienes enmudecían después ante el desfile de fotogramas y fantasía. Cuando el 3D todavía sonaba a tecnología fracasada, los centros comerciales –merchandising incluido- se embutieron de elfos, de orcos, de hobbits y de otros seres pseudomitológicos ideados por el famoso escritor británico. De la mano del cineasta Peter Jackson, la trilogía de El señor de los anillos arribó a las pantallas; con el estreno sucesivo de las tres cintas en 2001, 2002 y 2003. Un film por cada libro de la obra cumbre del narrador de ficción: La comunidad del anillo, Las dos torres y El retorno del Rey. Ahora, más de diez años después, cuando el efecto publicitario de aquel invento comienza a diluirse, cuando empiezan a echar barriga los jóvenes que acudieron en manada a aquellas proyecciones; precisamente ahora, el producto vuelve a colocarse en la principal estantería de los multicines de todo el planeta. El Hobbit: un viaje inesperado (2012) es la nueva superproducción de Hollywood. La primera película de una segunda trilogía; que, como en la ocasión anterior, continuará con la correspondiente segunda y tercera parte en 2012 y 2013 (bajo los títulos de La desolación de Smaug y Partida y regreso).


Y, sinceramente, la fórmula empleada resulta idéntica a la precedente, a aquella que embobó a los adolescentes cuando arrancaba el nuevo siglo. Fantasía y acción. Así de simple. Así de sencillo. Jackson no innova ni inventa nada. Tan sólo retorna a aquel mundo mágico que tantas satisfacciones –en forma de dinero y estatuillas de Oscar- le reportó. El Hobbit: un viaje inesperado bebe de la esencia de su novela inspiradora, publicada en 1937. Un libro ameno y divertido; que introduce al lector en esa Tierra Media poblada por distintas y extrañas criaturas. Por tanto, al igual que en su escrito homónimo, esta nueva película deja de lado los recovecos de la mitología y las complicaciones de las leyendas. Más allá de esas fábulas (que, por supuesto, el espectador también encuentra en la cinta de Jackson); el director acentúa las características del género de aventuras. En El Hobbit se salta, se corre, se lucha, se huye, se pelea, se esquiva, se brinca, se vuela y se grita.

Al igual que las alegorías paganas que siembran la literatura, Un viaje inesperado ahonda en las cualidades tradicionales del cuento, en las condiciones habituales del relato clásico. Primero, Jackson presenta a los nuevos personajes que pulularán por el metraje. Una ocasión que no desaprovecha para, sin miramientos, recuperar a los protagonistas de la trilogía de El Señor de los Anillos. Un guiño a los adolescentes de entonces y una invitación a los nuevos para que revisen esa historia. Después de la introducción, el cineasta aporta las claves de la narración y fija los objetivos de la película. Y, por último, empuja al espectador hacia lo desconocido. Es precisamente entonces cuando la superstición, las parábolas y la mitología se reivindican.


Aún así, que nadie se enfrente a la primera entrega de El Hobbit con la esperanza de hallar una innovadora visión del universo Tolkien. La cinta no aporta nada nuevo al mundo de elfos, trolls y enanos que ideó el escritor sudafricano. ¿Es divertida? Sí. ¿Entretiene? Sí. Entonces, para que más. Desde luego, su mejor acompañamiento: palomitas y refrescos. Las divagaciones existencialistas habrá que dejarlas para otra ocasión.

Publicado en la revista Nuestro Ambiente (Montilla)